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La Teoría de la Evolución explica de forma muy elegante y sustentada por infinidad de pruebas y evidencias cómo se crearon formas tan complejas y especializadas de vida sin la intervención de un diseñador. La evolución nos explica la creación de estos seres cada vez más complejos como un proceso de selección, aquellos seres que tenían características que les favorecían sobrevivían más tiempo y podían transmitir –mediante la reproducción– sus genes con esas nuevas características a sus descendientes.

Hoy sabemos que los genes son información digital, como la de los ordenadores,  y que esas leves modificaciones son producto de un raro error durante la copia –reproducción– que cambian «bits» individuales, luego esos mismos son copiados a los descendientes. Es decir, no hay un proceso intencional ni una «manipulación» de los genes influida por el entorno, sino simples «errores» que introducen nuevas características que pueden o no ser beneficiosas.

La evolución también nos enseña que su proceso es muy cruento y sangriento. Nacen más seres de los que la naturaleza puede soportar, estos tienen que luchar muy duro por su supervivencia. Así la «ingeniería de la evolución» está creando seres cada vez más especializados y complejos. Los depredadores son cada vez mejores cazando, las presas adquieren características más avanzadas para sobrevivir más tiempo, los mejores de cada especie son los que logran reproducirse.

Todo esto se desarrolla en una escalada armamentística que comenzó hace cuatro mil millones de años. El objetivo de cada «parte» era lograr reproducirse, copiar sus genes a la siguiente generación.

Aunque los neo-conservadores usan la teoría de la teoría de la evolución para justificar los negocios como la suprepremacía del más fuerte, los científicos podrán explicar que es errónea esa analogía. Hay varios motivos, unos son que los ricos o poderosos no siempre son los más inteligents o más aptos, en la mayoría de los casos se puede explicar con estadísticas simples. Si ponemos a un grupo grande de gente a apostar dinero lanzando monedas, después del primer lanzamiento la mitad habrá ganado, si vuelven a tirar 1/4 habrá ganado las dos veces, a la siguiente 1/8 habrán ganado tres veces, y así sucesivamente,  por lo que en cualquier momento habrá una proporción de 1/2^n personas que habrán ganado n veces seguidas en el lanzamiento de la moneda…  con el tiempo y lanzamientos necesarios serán millonarios sólo gracias al azar.

Pero es casi una anécdota en los millones de años de evolución. Cualquier científico podría explicar que los humanos somos la única especie conocida –quizás la única del universo– que se está preguntando sobre su origen, y también la única especie conocida que es «intencional», es capaz de fijarte objetivos a corto plazo en beneficio de otros objetivos mayores y a más largo plazo.

¿Cómo hemos logrado diferenciarnos de esta forma? Porque hemos tenido la suerte que hemos desarrollado al cerebro –cada vez más grande– como nuestra herramienta de supervivencia. Cuando el cerebro alcanzó un tamaño considerable hemos sido capaces –hace unos 100.000 años– de desarrollar el primer y más potente método para comunicar nuestras intenciones: el lenguaje.

Mediante la comunicación de nuestras intenciones hemos podido definir objetivos comunitarios y trabajar para conseguirlos. Así hemos desarrollado la ciencia –que nos permite averiguar de donde venimos– y la tecnología que nos hace la vida más fácil a nosotros.

Hemos llegado a un punto tan elevado de la evolución que estamos escapando a  las crueles reglas de juego de la evolución. No estamos preocupados sólo por sobrevivir, también nos dedicamos a otros proyectos que no tienen nada que ver con la supervivencia como especie, hacemos arte, viajamos, estudiamos el universo, desarrollamos tecnologías sólo para divertirnos y obtener placer. A diferencia de otras especies hemos desarrollado el altruismo, ayudamos a los demás, nos sentimos mal cuando vemos sufrir a otros, no dejamos morir a los más débiles, desarrollamos complejos sistemas sanitarios para cuidar de nuestros enfermos y alargar su vida lo máximo posible, tenemos sistemas que permiten mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos, etc. Incluso hacemos algo que es extremadamente contradictorio con la evolución, practicamos sexo pero usamos métodos anticonceptivos para evitar la reproducción, lo hacemos sólo por placer no por el instinto de reproducción.

A la mayoría nos seducen las tecnologías, a algunos menos también la ciencia. Pero sin duda los más seductor es que ambas son las que nos permiten ser la única especia conocida cuya supervivencia y evolución no está regida por la sangrienta volución natural. No encuentro nada más inspirador que eso, ni biblias, milagros y religiones pueden siquiera igualar esta maravillosa idea.

Todo gracias a nuestro cerebro y nuestra capacidad de desarrollar el lenguaje para comunicar nuestras intenciones. Pero el lenguaje por sí mismo no fue suficiente para llegar donde estamos. A medida que evolucionamos nuestros objetivos se hicieron cada vez más complejos, lo que a la vez generaban estructuras sociales más complejas, que necesitaban métodos más sofisticados de comunicación: el lenguaje, la escritura, los libros, el telégrafo, el teléfono, la radio, la TV… Internet.

A medida que nuestros objetivos y sociedad se hicieron más complejos necesitábamos desarrollar esos nuevos mecanismos para aumentar nuestra capacidad de cómputo. Simultáneamente la sociedad se hizo más compleja y dió lugar a la formación de las más diversas estructuras y entidades sociales que parecen tener vida propia: religiones, estados, democracia, capitalismo, comunismo, ciencia.

Cada peldaño hacia arriba en la complejidad social exige nuevos métodos de comunicación, es una necesidad «evolutiva» de nuestra especie. Por eso es que las tecnologías de las comunicaciones adquieren tanta importancia y son centro del debate entre científicos, políticos o sociólogos.

Sin duda alguna el avance de las comunicaciones en el último siglo ha sido espectacular y a ritmo mucho más rápido que en los miles de años anteriores. Y aparece Internet, otra tecnología de comunicación que rompe con la mayoría de las limitaciones de las anteriores. Era una respuesta esperada como adecuada para una sociedad cada vez más sofisticada y con la necesidad de herramientas más adecuadas para mantener su capacidad de seguir aprendiendo, de establecer objetivos comunes, de aumentar el altruismo, de poder llegar a conocer el origen de nuestra vida, de responder a la pregunta de por qué estamos aquí y de cuidarse a sí misma porque somos los únicos capaces de seguir eliminando la escalada armamentísitica de la evolución natural.

Cualqueir estado, país o sociedad que persiguiese estos objetivos –aquellos con una fuerte influencia científica– reconocería inmediatamente el valor de la comunicación y haría los esfuerzos necesarios para potenciar los nuevos mecanismos y tecnologías que necesitaremos para continuar avanzando. Así hay algunos gobernantes que, bien asesorados científicamente, reconocen la importancia de Internet y plantean políticas que permtirán su avance y sofisticación necesaria, por ejemplo la neutralidad de la red.

Pero hay otros países que parecen estar alejados de la ciencia, o que no han sabido reconocer la importancia de las comunicaciones o que quizás tienen un inmensa ignorancia e incapacidad para mirar más allá del corto plazo la existencia de una generación, que ni siquiera se plantean las políticas para favorecer este avance. Posiblemente estos países nunca lleguen a situarse entre los más avanzados y altruistas.

Hay otros peores.

Hay países que en contra de la ciencia y la historia desarrollan políticas contrarias a este desarrollo. Influidos por grupos de presión minoritarios, que dicen estar perjudicados en sus negocios, llegan al punto de limitar los avances de la comunicación, por ejemplo limitando una de las formas de intercambio de información más interesantes, intrigantes y prometedora de la historia: el P2P. Como si nunca se hubiese escrito un libro llamado «El nacimiento de las especies», ese libro que hace 150 años cambió radicalmente la visión que teníamos del mundo y de nosotros mismos.

Por eso como persona seducida por la ciencia y las tecnologías siento a veces una gran tristeza por ser español, y una rabia contenida hacia nuestros gobernantes ignorantes que nos están condenando de esta forma influidos por ideas y grupos ignorantes que parecen preferir volver a la escalada armamentística natural que avanzar en aquello que nos hace especiales en el universo conocido.

La historia no nos perdonará tantas veces, pero seguimos votando influidos por la política rastrera, el cortoplacismo y orgullosos de ignorar hasta el inmenso descubrimiento de Darwin. Todos tenemos nuestra parte de culpa. No se solucionará con ese falso humanismo que divulgado por muchos de nuestros ignorantes intelectuales y artistas, sino con más ciencia. No hay mejor humanismo que comprender la maravilla de eso que nos hace tan especiales.