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El tema de los concursos y rankings de blogs nunca me ha gustado demasiado. Hay muchos bien intencionados, pero en general se suele usar como herramienta de promoción. ¿Cuántos son los blogs que no mencionan o enlazan los rankings donde aparecen o los concursos que han ganado?

En Menéame hemos discutido varias veces sobre el tema. A veces, viendo la calidad de algunos blogs y el éxito que tienen en votos o publicadas nos daban ganas de entregarles un premio, por ejemplo obteniendo la lista de blogs más publicados se pueden obtener muchos premios: los más populares, los revelación, los más votados, los que más se envían. No nos costaría casi nada, extraer datos, imprimir unos diplomas y un apunte en el blog. Pero siempre nos echamos atrás,  la siguiente es la lista de los merecidos candidatos de premios que nunca hemos entregado en el último año (las estadísticas son del último año, el número de la derecha es el número de publicadas):

Actualización: @Kurioso se curró unas hojas de cálculo ordenadas por tres parámetros: porcentaje de publicadas, enviadas y publicadas.

Pero la lista es injusta por varios motivos:

  • Los blogs más leídos son en general los más enviados, con las listas de este tipo sólo se realimenta la endogamia (aunque claramente hay blogs nuevos que son revelación, como el de kurioso, aldea irreductible, mimesacojea, dividiendoentrecero…)
  • Hay blogs que escriben con mucha frecuencia, en cambio otros unos pocos al mes por lo que es difícil que puedan estar en el «top» de publicadas (salvo algunas de las «revelaciones»)
  • Hay blogs muy buenos que no se envían o votan (por ejemplo porque sus lectores no conocen Menéame).
  • Hay autores que son usuarios de Menéame, con sus amigos y seguidores, y otros que promocionan ellos mismos (o sus amigos) en otras redes o sitios.
  • Que escriba sobre temáticas que no interesan en Menéame, o que cuando lo hace es un tema del que ya se ha hablado mucho y luego recibe votos de «duplicada» o «cansina».
  • etc. etc.

Son tantos matices que habría que explicar que para eso es mejor no hacer ninguna lista. Pero aún más problemas. Hacer rankings y dar premios es una buena medida de promocionar el sitio, y aunque al principio lo hagas con buena voluntad una vez superado el límite y comprobado que genera páginas vistas y enlaces es muy difícil resisitir la tentación y volver atrás.

¿Bajan las visitas en verano o vacaciones? creas otro ranking, ¿surge un competidor? creas otros premios, ¿disminuyeron los ingresos publicitarios? inventas unos premios patrocinados, ¿necesitas más ingresos? mezclas noticias con publicidad sin diferenciarlas… y así hasta que te has dado cuenta que has perdido la neutralidad [*] y toda la credibilidad.

[*] Hace poco tiempo, durante el lanzamiento de la Fonera 2, Martín Varsasvky –socio de Menéame– nos pidió contratar publicidad en el Menéame con un pequeño descuento. Le dijimos que no podíamos ya que aunque pague precios de mercado la gente no se lo creería, pondría en dudas nuestra neutralidad. Le pedimos que lo contrate como todos a través de Social Media SL, así lo hizo, y ambos perdimos algo de dinero, pero cuando hay dinero de por medio se debe ser extremadamente cuidadoso.

Tampoco me agrada demasiado el tema de la «promoción 2.0», antiguamente conocida como «spam». Una de las técnicas más usadas por las empresas es hacer que hablen de tí y conseguir enlaces, por ejemplo vía virales… o hacer concursos que para participar hay que escribir sobre la empresa que patrocina –y paga– el concurso.

Este último caso me parece la peor de las técnicas SEO-spammer: gastar muy poco dinero en premios «geek» y obtener a cambio muchos apuntes que terminan siendo igual que los patrocinados, pero aún más barato. La regla en Internet es sencilla. Puedes engañar a unos pocos por mucho tiempo, o a todos por poco tiempo. Pero nunca se puede engañar a todos durante mucho tiempo.

Sin embargo este tipo de virales y concursos promocionales se ha vuelto tan común (por ejemplo con los hashtags de Twitter) que hasta la la Asociación de Anunciantes online publicó un estudio para generar un código de conducta.

Esta reflexión me vino de una «conversación» por Twitter que acabó de forma bastante desagradable. No pondré nombres ni enlaces porque con el típico maniqueismo se verá como una pelea entre empresas (será imposible, pero no ayudaré, ni estaré de acuerdo).

Hace pocos días estuve en Gijón, conocí a una persona que trabaja en una empresa relacionada con blogs bastante conocida, me enteré que tenía Twitter y lo agregué inmediatamente (soy bastante conservador agregando gente a mi lista, no quiero repetir mi pésima experiencia con FriendFeed y el autobombo-spam exagerado).

Esta persona puso ayer un enlace para una encuesta sobre un concurso que organizan, como no quieren ser como «otros» –seguramente como el de 20Minutos– afirmaban que querían oír las opiniones de sus lectores y por lo tanto pusieron una encuesta sobre si preferían la «nominación» o la «inscripción». Aunque no soy amigo de esos concursos de blogs me pareció interesante e incluso voté (aunque luego verifiqué que se puede vitar varias veces, aunque como tampoco pude ver los resultados no sé si se contabilizan correctamente).

Pero hoy pone otro enlace de otro concurso que organizaban. Éste era patrocinado por una empresa –con claras intenciones de promoción–, los premios consistían en tres «ultraportátiles» y para participar había que escribir apuntes hablando de la empresa. Obviamente no estuve de acuerdo, esta fue la conversación después que ví el enlace que pasó por Twitter:

– Yo: ¿No os da ni un mínimo de repeluz esas técnicas SEO-spam «bloguea sobre nosotros para participar en el concurso»?

– Otro: 140 caracteres no son suficientes para explicar un modelo en el que todas las partes ganan, más allá de técnicas SEO.

– Yo: Ganan sólo *tres* partes, pierden credibilidad las demás. Solo una forma de hacer promoción comercial gastando casi nada… después criticamos a las revistas que no separan publicidad con información, esto es lo mismo, o peor 😦

– Otro: hay libertad absoluta a la hora valorar. Es lo que debe tener en cuenta una empresa cuando entra en La Conversación.

– Yo: ¿Valorar qué? ¿libertad? ¿la de falsear «La Conversación» [sic] pagando con la participación en un concurso? Malas excusas new age.

Otro: no son excusas 🙂

Yo: Ah, vale, supongo que la inclusión de palabras grandilocuentes como «libertad» y «La Conversación» en mayúsculas lo dejan claro 🙄

– Otro: ya te dije que hay mil argumentos. De todas formas, gracias por referirte a nosotros después de 7 años, aunq sea para mal.

– Yo: WTF??? Tuiteas el enlace de un concurso de tu empresa, ante la mínima crítica es de *malvados*. OK, ¡es genial! (vaya sensibilidad).

En pocas palabras. Un día afirmo que quiero hacer un concurso de otra forma, con la opinión de los lectores. Al día siguiente hago autobombo de otro concurso con la filosofía contraria. Si se critica al concurso no sólo que no doy argumentos, también uso palabras grandilocuentes como «libertad» y «Conversación», y si no cuela recurro a la falacia: nunca has hablado bien de nosotros en años, ahora no tienes derecho a criticarnos (y seguramente tienes interés en jodernos).

Lo siento, pero no era nada personal, si no dije nada antes es porque no te seguía en Twitter ni lo que hace tu empresa (ni siquiera sé cuál es tu relación con la misma, lo siento, soy despistado), y fundamentalmente porque no pude callar con algo que me chirría tanto. Supongo que ya está claro que no me agradan los concursos, menos aún los promocionales para generar buzz de terceros que pagan sólo por publicidad y que no se gastan mucho dinero.

Ahora también debo decir que me alucina eso de decir que se está interesado en la opinión de los lectores y escribir «La Conversación» para que a la mínima opinión crítica en una «Conversación» se mande a tomar por culo al interlocutor con las tópicas falacias maniqueas, con lo fácil que era explicar en varios tuits o en un apunte.

¿Lógica? La que convenga en su momento. ¿Conversación? Sí, sólo si eres siempre que vayas de buen rollito y estés de acuerdo con la «ética» de mis negocios.

Disclaimer: Quizás mi manía contra concursos sea excesiva, podría ser resultado de haber tenido un padre ludópata que perdió absolutamente todo por culpa de su adicción.