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Esto acabando un largo ensayo invitado para la revista de la AENUI sobre el tema de profesión y la «sintonización» con las empresas (todo empezó a partir de Sintonizar universidades y empresas, pero ¿qué debe saber un ingeniero?). Aunque me está dando mucho trabajo –tanto que no sé si se justifica– pasar de un «ensayo informal» en el blog a uno más formal y académico, me entusiasmé con él, lo que me está haciendo leer decenas y decenas de papers y artículos. Es impresionante lo que se aprende rebuscando en la historia.

Además hace unos pocos días en el foro de una de mis asignaturas surgió el tema por parte de un alumno de que deberíamos exigir la regulación de la profesión. Por supuesto que no sirvió de nada los enlaces que pasé con todo lo que había escrito sobre el tema. No sólo no se leyó nada, sino que fue inútil intentar desviar el debate por el tema «profesional», «ético» e interés social. No hubo forma, abandoné el debate enseguida, era imposible avanzar o discutir incluso sobre opiniones y evidencias documentadas.

Ambas cosas hicieron que recuperase estas frases de un ensayo de C. M. Sidlo en The making of a profession en ACM Communications.

La primera y más importante característica de una auténtica profesión es la existencia de un reconocido código ético que ubica el servicio a los «clientes» antes de los beneficios de los que la practican. El código compromete a los miembros de la profesión a determinados valores sociales sobre los egoistas de ingresos, poder y prestigio […]

En informática hubo intentos de la formación de un código ético por parte de aquellos que promovieron la discusión de la «responsabilidad social» de los tecnólogos informáticos. A pesar que los motivos eran nobles, este esfuerzo parece haber recaído recientemente, y me parece que por razones adecuadas. El fallo probablemente reside en ambos, los profetas y la congregación. Los portavoces de la discusión han confundido a menudo la responsabilidad funcional, la que tenemos como especialistas informáticos, con las responsabilidades éticas y morales que se aplican a todas las personas por igual. […]

Más de un comentarista ha hecho notar la respuesta apática que en general dan los informáticos a temas de responsabilidad social. Es posible que como grupo no esté todavía suficientemente maduro para desear formular un código de ética responsable. Muy probablemente sea debido al extraordinario y rápido crecimiento y así a la relativa escasez de tradición. […]

Una última palabra sobre este tema, debemos ser particularmente cuidadosos para evitar caer en la trampa de desarrollar un pseudocódigo ético que en realidad haga que los individuos procuren el egoista interés del grupo más que a la sociedad en general. […]

La tercera condición de una auténtica profesión es que sus técnicas de operación se basen en principios amplios más que en recetas de procedimientos o habilidades rutinarias, aunque estas sean complejas. Las operaciones son realizadas por la «aplicación artística»  de esos principios y conceptoso fundamentales. Esta es la condición que distingue a oficinistas de abogados, a maquinistas de cirujanos. […]

Cuando una profesión madura se da cuenta que la ciencia (no la tecnología) necesaria para la profesión debe ser continuamente extendida a más conceptos básicos y no restringida sólo a la obvia ciencia aplicada. Una profesión tiene la obligación de desarrollar y basarse en una cuerpo de conocimiento más que en un cuerpo  de aplicaciones. Sólo durante la ejecución de sus responsabilidades  una profesión se convierte en una mezcla «expresiva»  de ciencia y arte. […]

Hemos considerado lo que yo creo son los tres requerimientos básicos de una profesión –ética, estándares [de calidad], y a falta de un término mejor, «principios generales»–. Sin embargo históricamente ninguna profesión se estableció sólo por la definición. Sólo con los años ellas aprenden y retienen la aceptación de su estátus. Debemos tener en cuenta que esto no se puede lograr haciendo que el estátus profesional sea el objetivo principal del grupo. Eso cae más en los intereses egoistas que mencioné antes.

¿A que parece escrito adrede como posicionamiento intelectual y respuesta para estos tiempos tan movidos de Bolonia, regulaciones y colegios? Es genial, será todo un clásico.

Lo malo es que sí es un clásico, es de 1961, y demuestra qué poco hemos avanzado en ¡47 años!.

PS: Hay otro artículo que cuenta la historia de los intentos de crear la «profesión informática» y planes de formación adecuados de 1950 hasta principios de 1970 (The ‘Question of Professionalism’ in the Computer Fields de Nathan L. Ensmenger  en IEEE Annals of the History of Computing, October-December 2001). Es otra demostración palpable que si no aprendemos la historia estamos condenados a repetirla: en este país la estamos repitiendo hasta en los mínimos detalles. Si hay que elegir alguna gran deficiencia en nuestras universidades, yo apostaría por ésta.