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Hoy me decidí a hacer algo que deberia haber hecho hace años, leer y aprender de diseño gráfico. No es porque me quiera dedicar a eso, o porque piense que puedo hacer cosas maravillosas, sino porque llevo muchos años trabajando codo a codo con diseñadores, con frustración de no poder resolver poblemas básicos, de tomar malas decisiones, de ni siquiera saber comunicar los problemas, o proponer soluciones.

Aunque inmediatamente me puse a buscar y leer los comentarios en Amazon, hice lo que siempre hago, pedir opiniones por Twitter. Me dieron buenas recomendaciones, y varias de ellas coincidían con lo que ya había elegido en Amazon guiado por los comentarios (sobre todo por los negativos). Pero unos pocos de ellos fueron del estilo «claro, así ya no necesitarás diseñadores en tus proyectos», un par de ellos fueron en el sentido «dedícate a los que sabes». Uno de ellos decía literalmente lo que puse en el título.

Me parece aberrante esa idea, desde varios puntos de vista.

Por un lado parece que todavía se piensa que nuestra profesión y conocimientos están determinados por lo que estudiamos de jóvenes (nací en octubre de 1965, sacad las cuentas), o quizás por algunas extrañas ventajas genéticas. Me cuesta creer que todavía haya gente que ignore qee nadie es bueno en nada sin mucho esfuerzo, y que con el mismo esfuerzo cualquier puede dominar el campo razonablemente bien. Al menos para no ser un ignorante.

Tampoco puedo entender que las personas necesitamos hacer cosas diferentes en nuestra vida, que tenemos que reciclarnos continuamente, que no podemos pasar más de diez años haciendo siempre lo mismo: mata todo entusiasmo, y diría que hasta es perjudicial para la salud neuronal. Sobre todo en informática, un campo que aunque dediques las 24 hs al día en aprender, igual te estás quedando atrasado.

Esto tiene mucha relación con una historia personal reciente, y aún en desarrollo. Ya llevaba muchos años haciendo casi lo mismo y con demasiada tranquilidad (sysadmin, Perl, PHP, MySQL, Menéame, un poco de Django y Python…), así, hace un año y pico decidí que debía intentar hacer algo diferente. Comencé un libro, pero me costaba esfuerzo y no llegaba a engancharme. Sí, un (buen) libro da prestigio, te citan, te invitan a saraos, etc., pero para mí tiene dos problemas: no es dinámico (i.e. no hace nada por sí mismo), y a diferencia de un programa, no tienes un compilador o intérprete que te diga inmediatamente «está mal», ni puedes evaluarlo con precisión matemática. Escribir un libro exige mucha paciencia, además de disciplina, durante meses. La programación exige mucha disciplina y conocimiento abstracto, pero la retroalimentación es inmediata, y la evaluación más sencilla: funciona o no funciona (módulo elegancia, eficiencia y estilo, pero eso es otro tema).

Al mismo tiempo me daba cuenta que en móviles está ocurriendo lo mismo que Internet a mediados de los ’90. Es allí donde está la diversión, donde se están produciendo las mayores innovaciones, y en diez años los móviles serán lo que es Internet de ahora con la de 1995: algo completamente diferente. Quería formar parte de eso, es decir, divertirme como los que lo están haciendo ahora.

Así que me picó, muy fuerte, las ganas de progamar Android. Pero nunca había programado en móviles, mis conocimientos de Java eran prácticamente nulos (sólo lo toqué un poco en 1993), odiaba los IDE mostruosos como Eclipse (imprescindibles para Java, y Android, a menos que sean un gurú -de verdad- del lenguaje). En resumen, que sabía menos que un estudiando de primero de cualquier carrera de informática (ya todas son prácticamente Java Schools).

A mediados de marzo comencé a comprar algunos libros, los devoraba, pero aprendía poco, hay que hacer programas «serios» para realmente aprender a programar en un lenguaje y plataforma. Así pasó un mes, hasta que un día se me decidí a hacer un programa serio, y bastante complicado. No sabía en lo que me metía.

Fue al sacar un foto, creo que con Instagram, que a la hora de escribir el texto me encontré con el mismo problema, estaba bajo el sol, no veía bien el teclado, llevaba cosas en la mano, no podía escribir bien… en resumen, que no compartí la foto simplemente por el coñazo que me era escribir en ese momento. ¿Cómo podía ser que para compartir una foto -muy fácil en los teléfonos- tuviésemos que hacer lo peor que se puede hacer con un móvil? (i.e. escribir con ese teclado minúsculo).

Busqué y pregunté a varias personas si había algo que me permitiese grabar un pequeño audio en vez de escribir, y compartirlo inmediatamente. No había nada, y así tomé la decisión que lo haría yo, sin haber hecho siquiera un «hello world» en Android.

El desafío era importante. Aún sin tener idea de qué me encontraría, ni de cómo hacerlo, tenía que manipular la cámara y el audio de dispositivos muy variados de una plataforma desconocida. Además, meterme en temas de compresión de audio e imágenes, subirlas a un servidor, usar un API para comunicarme con ese servidor… ya os dáis una idea.

Al poco de comenzar me dí cuenta que era demasiado, pedí ayuda y convencí a los chicos de APSL para que se encarguen ellos de la parte del servidor, y yo sólo a la de la app en Android. Al final lo logramos, en dos meses, y sin experiencia previa, sacamos la aplicación para Android, y toda la «logística» necesaria (servidor, API, base de datos en el teléfono y en el servidor, páginas web, multidioma, registro, etc.).

No me malinterpretéis, no lo cuento como una chulería, todo lo contrario. Me ha costado mucho sudor.

Había momentos de enormes frustraciones, a veces con ganas de llorar, parecía que se me venía el mundo encima, que nunca lograría resolver los problemas con que me encontraba cada día, de pensar que nunca lograría siquiera que fuese estable, de tener que meterme a lo que nunca había pensado que sería necesario (y tampoco tenía idea de cómo hacerlo, mezclar Java con código en C compilado para varias procesadores para la compresión de audio, ya que la traen los teléfonos es horrible, patético, tampoco esperaba semejante chapuza). Me pagaba maratones de más de 30 horas seguidas sin levantarme del escritorio, las últimas dos semanas antes de la fecha prevista de lanzamiento (21 de junio) me iba a acostar a la hora que se levantaba mi familia, y me despertaba 3 o 4 horas más tarde para ir a dar clases. Compré, y devoré, casi 20 libros de programación Android, cientos y cientos de páginas de manuales y foros (y aún me siento un ignorante).

En resumen, que fue muy duro, pero al mismo tiempo muy divertido (en su mayor parte) y que me entusiasmaba al punto de ser una obsesión. De hecho, como ya me pasó con la programación de Menéame -aunque éste me exigió mucho más esfuerzo y horas para la primera versión-, no sé como aguantó mi cuerpo. Lo que vuelve a demostrar que todo es posible, pasar de cero a publicar una aplicación bastante compleja (con toda una infraestructura por detrás, con cinco personas trabajando simultáneamente) en dos meses…

…y que a los pocos días me digan que mejor me dedique a lo que sé, antes que aprender cosas nuevas, cuando me acabo de demostrar a mí mismo -otra vez- que no hay cosa más revitalizante que encarar un desafío sobre el cuál no idea de cómo hacerlo, ni de los problemas con que te encontrarás. A mi edad.

Ideas absurdas, pero creo que explican, parcialmente, ese gran fracaso colectivo en el que estamos sumergidos ¿O cabe esperar a que lo resuelvan los «expertos» de siempre porque mejor nos dedicamos a lo que ya sabemos? Estaremos más que jodidos.

PS: Debería haber titulado dedícate a hacer lo que te entusiasme, aunque no tengas idea, con esfuerzo todo se aprende, y con el entusiasmo, el esfuerzo ni se nota -aunque te miren como a un loco, hasta tu propia familia-, pero me hubiese quedado como apunte de gurú de autoayuda 😉