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Acabo de volver de comer con mi hija, hoy cumplió 15 años, y me di cuenta de que ya hice el papel más difícil de un padre (es una buena persona), pero que me perdí mucho tiempo de compartir su infancia, por meterme en activismos inútiles y contraproducentes.

¿De qué vale defender los principios del software libre si al final perjudica a tu vida personal y laboral y además te toman por loco o talibán? ¿De qué vale hacer esfuerzos personales si, además de tomarte por gilipollas, das excusas para que esos a los que les de igual todo te pidan cuentas por la mínima contradicción? ¿De qué vale asumir compromisos si hasta sales perdiendo cuando criticas a políticos que no cumplen ni las bases de su programa electoral? ¿De qué vale esforzarte durante tantos años para que tus alumnos aprendan la «informática dura» y el software libre si son ellos mismos los que se quejan a la universidad de que les obligas a usar GNU/Linux en vez de obligarles a usar Windows? ¿De qué vale explicar temas éticos si hasta a la misma universidad se la suda? ¿Qué podemos pedir al resto de la sociedad?

No vale de nada, ni para mí, ni para nadie. La sociedad está en otra cosa, lo que cuenta es relativizar los hechos, racionalizar las contradicciones, y aprovechar al máximo lo que puedes obtener de la sociedad. Hoy me di cuenta de que así funciona, así funcionó históricamente, y lo que no, son sólo rarísimas excepciones que no hacen la norma.

Fueron casi 20 años desperdiciados defendiendo unos ideales que no interesan a nadie, pensando que en realidad nadie los comprendía, cuando la realidad es que son inútiles. Ahora me doy cuenta, fue y es una gilipollez. Creo que cada persona debe vivir la vida lo mejor que puede, y usar las mejores herramientas a su alcance para mejorar su vida personal y laboral. No se puede pedir a nadie que haga un esfuerzo, es prepotente, sobre todo en épocas de crisis como la actual.

¿Pedirles a todo el mundo que haga un esfuerzo por usar software libre, y perderse todas las ventajas de comodidad, productividad y creatividad que ofrecen otras herramientas? Vaya pretensión, vaya nube en la que estaba viviendo. Lo acepto, pido disculpas a todos. Ahora mismo siento un malestar enorme, abandono el tema del software libre (sé que me lloverán las críticas, pero sé que tendré más tranquilidad y libertad para hacer lo que realmente disfruto).

En la misma línea, vaya estupidez que hice en insistir que el software de Menéame fuese libre. No sirvió para nada, sólo para perjudicar a mis socios y el crecimiento de la empresa. Bueno, sí sirvió, para que nos exijan más: que usemos Git, que por qué no está en Githib, que por qué no pueden subir ellos mismos sus modificaciones para que se ejecuten en Menéame, que por qué no está documentado, que por qué no hago un instalador para que no tengan que tomarse el trabajo de un informático, etc. etc. Es decir, sólo generó más insastifacciones, y reclamos que perjudicaron a la empresa. Todo por mi cabezonería con el software libre.

Creo que con eso superé la fina línea del sentido común, no se puede perjudicar así a terceros. También pido disculpas por eso. Cuando termine la migración de la estructura al sistema con «sub sitios», las publicaré, y será la última versión libre. Las siguientes, a partir de la versión 5, ya no serán liberadas, los que las quieran tendrán que pagar una licencia (discutiremos del tema con mis socios). Así podremos dedicar más recursos financieros para contratar programadores, sin generar una sangría gratuita de conocimiento de la empresa.

Sé que muchos se enfadarán por no liberar más, espero que al menos reflexionen un poco y se den cuenta de cuánto nos ha perjudicado. Espero que acepteis mis explicación y disculpas sinceras. Todos cometemos errores, todos tenemos derecho a hacer el ridículo, pero los míos han durado demasido años. Creo que es hora de pensar en la empresa, mi plan de pensiones, el estudio de mis hijas, y los que les puedo dejar a ellas. Es lo mejor que puedo hacer. Es lo que hacen todos, por algo será.

Todo lo demás es activismo hipócrita, sólo para ir a conferencias y dar charlas de gurú. Pero hasta aquí hemos llegado. Un 28 de diciembre, cuando mi hija mayor cumplió sus 15 años y me pide más tiempo, toca cambiar: carpe diem.