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Pero no creo que sea en el sentido que parece, quizás es peor, demuestra el «talante» de nuestras cabezas pensantes.

Creí desde un principio que el proceso del espacio europeo sería muy bueno para las universidades. En acuerdo en sí es «neutral», sólo define unas metas de estandarización, de cambios básicos para modernizar métodos y planes de estudio. Quizás lo más aberrante sea el intento de medir las horas de trabajo de los alumnos con los ECTS, como dijo un colega mío (Albert Llamosí) es tan útil como pretender medir la hora en que se despiertan las gallinas.

Pero lo veía como un impulso necesario para renovarnos, tanto como «personas» alumnos/estudiantes como nuestros ya casi obsoletos, toqueteados y divergentes planes de estudios –al menos en informática–.

Pero de eso hemos acabado es un desastre tan mayúsculo como alumnos en huelga de hambre y una policia presuntamente moderna, nacida en democracia y en una comunidad profundamente antifranquista, recurra a los mismos métodos y reacciones de los grises. Además agravado con la patética como inimaginable defensa de la reacción policial por parte de algunos sindicatos y de un conseller de una izquierda republicana y nacionalista. Más cañí, imposible.

Si además se pone en contexto que hace 11 años hemos tenido a la LRU del PP que casi se carga el sistema universitario (una de las razones por los que los mejores investigadores y profesores nos abandonan: se cansaron de ser becarios de la burocracia de acreditaciones e índices de impacto elaborados por monopolios privados).

Pero como sostengo hace tiempo, hay unos culpables de que se haya llegado a esta situación de violencia. Lo mismo que pasa con algunos políticos, que viven en una burbuja (y se compran injustificados coches blindados de casi 500.000 euros que nadie entiende el porqué). En nuestra comunidad la burbuja era preferir las reuniones y comidas con colegas que la charla, información y debate con los estudiantes. De eso son culpables muchas de nuestras «autoridades», desde los jefes de estudios, pasando por los rectores, hasta la propia ministra.

Lo que parece increíble es que mientras a los gobernantes autistas se les saque de la burbuja pacíficamente y a golpe de urna, en la universidad hemos acabado a los porrazos limpios. Seguramente porque tampoco damos la oportunidad a que las urnas académicas expresen el descontento que se ve ahora.

Algo habra que pensar, no podemos tener tantas autoridades autistas, ni carecer de «salidas democráticas» que impidan llegar donde se ha llegado. Desde hace muchos años que estoy convencido que no hay tierra, patria o cultura que merezca derramar una sola gota de sangre, muchos menos por un plan de reforma de estudios [de los cojones].

Manda huevos tot plegat.