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Hoy me enteré que un medio (da igual cuál, no es lo importante) cede una sección de su periódico a una ONG -y grupo de presión- que no se corta un pelo a la hora de manipular información o para recurrir a «expertos» y asociaciones pseudocientíficas cuando les conviene. Me indigné, para mí existe una incompatibilidad muy de fondo entre pretender ser un medio de información veraz y al mismo tiempo ceder una parte de un medio a una asociación que recurre regularmente a la manipulación informativa para conseguir sus fines.
Sí, todos tenemos nuestros sesgos y preferencias ideológicas, pero así como la ciencia está definida básicamente por los mecanismos para evitar y detectar esos sesgos humanos, entiendo que el periodismo debe también usar mecanismos para minimizar esos efectos en la información que dan al público. Es decir, considero que el «periodismo activista» es un oxímoron, tanto como «ciencia religiosa» o «ciencia de izquierdas/derechas».
Iba a criticarlo públicamente, pero como hay varios amigos y gente a la que respeto me abstuve y pensé en hacer la crítica por una lista de correo privada. Pero al cambiar de ámbito de la crítica, inmediatamente me planteé «¿y quién cojones soy yo para decirles cómo deben llevar su negocio?», y desistí.
Pero lo seguí pensando, el problema es otro: la brecha entre lo que prometen como profesión (o empresas) y su praxis cotidiana, están «sobreprometiendo» y no cumplen el contrato social que ellos mismos han redactado.
Se describen a sí mismos como una profesión especial, el «cuarto poder» que sirve de control a los otros tres, que es imprescindible para la democracia, que el público necesita información veraz y que ellos la proporcionan basándose en valores éticos-deontológicos que están por encima de cualquier discusión. Pero en la práctica están muy influidos por sus propios intereses económicos-financieros y sesgos realimentados por la propia «redacción», que no están contrarrestados ni minimizados por procedimientos o herramientas como las desarrolladas por la comunidad científica que, insisto, sufre de los mismos problemas humanos. Si el periodismo se presentase en sociedad, o al menos explicasen por la bajini (cosa que tampoco hacen), que sólo se trata de ganarse la vida vendiendo información lo entendería y ni me plantearía una crítica por asociar su medio-empresa con una ONG o cualquier grupo de presión o activismo.
El problema es que los propios periodistas (y medios) se sitúan profesionalmente en una posición ética muy elevada pero no cumplen con sus promesas. Y esto que digo no es nada nuevo, hasta las encuestas del CIS lo sitúan entre las profesiones peores valoradas, el público es consciente que están por debajos de los estándares profesionales que ellos mismos han definido y «vendido» como parte de su contrato con la sociedad.
Lo que me lleva a la duda de si lo correcto es criticar cuando no cumplen con sus [propios] estándares, o directamente criticarles por vendernos un contrato imposible de cumplir.
No me gustaría lo segundo, todavía creo que necesitamos al periodismo con unos estándares éticos muy elevados, así que quizás siga criticando por no cumplir sus promesas y contrato social. Eso significa, entre otras cosas, que hay que recordarles no se puede cobijar ni tener negocios conjuntos con asociaciones y grupos cuyos objetivos sean contradictorios con tender a ofrecer información veraz, contrastada, y no manipulada por sesgos e intereses. Aunque la idea y objetivos parezcan loables y humanitarios, no se puede.
El periodismo debería controlar a esos grupos y asociaciones públicas con el mismo rigor como lo haría con el PP, el Tea Party, o la corona. Y lo peor que pueden hacer es otorgarles la misma credibilidad y autoridad que deberían tener periodistas y medios de información independientes. Pero al darles espacio, bajo la misma marca que el medio, lo están haciendo. Una pena que esto parezca normal, incluso moralmente deseable.