No soy un fanático de los ebooks, fundamentalmente por mi miedo al DRM. Es muy difícil que una editora no caiga en la tentación (en realidad ya han caído), es muy fácil convencer a los políticos –teniendo el dinero y lobby adecuado– de que la «piratería matará el libro».
Últimamente soy aún menos fan, nos han bombardeado con publicidad y noticias desde todos los medios.
Pero entiendo que el ebook es un avance inevitable y beneficioso (además de los ecológicos). Por usar un mantra, la nueva Biblioteca de Alejandría es sin duda Internet. Allí es posible acceder casi a cualquier conocimiento con unos cuantos clics.
Pero el «medio» tal como lo conocemos ahora tiene unas limitaciones: la pantalla y la posición de lectura no favorece la lectura sosegada, pausada, asimilando y recreando en tu mente lo que estás leyendo.
La lectura en un ordenador tiene que ser de textos muy breves, si son largos se leen en diagonal (scanning), o se abandona la lectura a los pocos párrafos. Además de la brevedad obligatoria, el estilo con que se escribe en Internet difiere mucho a lo de los libros, se invierte la pirámide. En un libro el desenlace va al final. Se dedican cientos de párrafos a construir el mundo de fantasía, o a introducir los conceptos paso a paso en caso de libros técnicos, preparando todo para el gran final. En Internet hay que comenzar contando la idea o desenlace desde las primeras líneas.
Es decir, el «formato» del libro es, o era, imposible de mantener en una Internet de píxeles «grandes» y contender físico pesado. La única forma de poder disfrutar de la misma forma que disfrutamos la literatura en «formato libro» es encontrar un dispositivo que ofrezca la misma comodidad de su «contenedor canónico» (por comodidad).
Pero debe ser por eso bombardeo de noticias que comentaba que algunos «intelectuales» se dedican recién ahora a analizar el ebook (pero no se preocupan por temas del DRM, acceso universal, o el derecho a «prestar» nuestro libros).
Un ejemplo de hoy es el artículo El Héroe de Manuel Rivas, que critica el futuro de ebooks y la presunta desaparición del libro de papel:
El libro alimenta un ecosistema ahora en peligro. Una ciudad existe cuando hay media docena de buenas librerías y todavía se oye el zumbido de una minerva imprimiendo poemas sonámbulos.
Tampoco habla allí de la «lectura», sólo de una especie de fetichismo social: la librería tradicional en las ciudades (y supongo que también lo que hoy es tan común y solemos llamar «quedadas»).
Luego dice una frase aclaradora:
No, no acabarán con los libros mientras existan héroes como Benigno.
Obviamente confunde «libro» con «libro de papel». No se preocupan del fondo: la lectura. Sólo se preocupan del «depositario» de papel, para nada del estilo ni del formato (quizás también de que no podrán presumir de bibliotecas enormes con cientos de libros porque cualquier chaval podrá tener diez veces más en un chip del tamaño de una uña).
Puro fetichismo egoista y simplón elevado a categoría de reflexión intelectual. Quizás el único lugar donde se esté discutiendo seriamente sobre la lectura sea en las pantallas y teclados de los ordenadores.
PS: Una pequeña evidencia más que El País debería renovar a sus columnistas, o al menos mandarles a cursos de reciclaje. Como los contemporáneos de Colón, sólo ven monstruos más allá de su horizonte tan personal y obsoleto.