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La primera vez que vine a Mallorca fue en el verano de 1991. Mi vuelo de Iberia de Barajas a Palma se retrasó por una tormenta unas 8 horas, llegué a Palma pasadas las 11 de la noche (creo que era sábado). El amigo que me esperaba me llevó a comer un bocata al Bar Bosch, había mucha gente, nos sentamos en una mesa de la acera. A dos metros estaba Julio Iglesias, la gente pasaba, no molestaba. Mecagoenlaputa con esta sorprendente isla, pensé (además de sudaca provinciano era muy joven).
Luego me llamó la atención otra cosa que forjó es mi imagen mental de los mallorquines: gente muy reservada, muy trabajadora, con bastante dinero pero nada ostentosos. Pero fui triste testigo de como eso cambió radicalmente en poco más de 10 años.
En 1995 salía de la sede de la UIB en Sa Riera con el ya fallecido rector Nadal Batle. A pocos metros escuchamos a una señora que le llamaba «¡Nadal, Nadal!». Era una morena, vestida muy formal pero llamativa para la hora –debía ser más o menos las 5 de la tarde–, tacones muy altos, falda y medias negras que no pegaba nada con el entorno. «Què t’ha passat ‘tonieta?».
Su coche de lujo rojo descapotable no le arrancaba. Ambos le empujamos, y la llamativa morena se marchó dando las gracias desde el coche. Nadal luego me explicó que era Maria Antònia Munar, en ese momento ya Presidenta del Consell de Mallorca, la alcaldesa más joven de España, ex-consellera… etc. Mi comentario fue, dado el contraste, «Vaya, parece una princesa» (justamente así era conocida en l’illa), también agregué «Tanto presumir de coche, pero le va peor que mi Corsa».
Por aquellos años el president era el pagés Gabriel Cañellas, un caudillo del PP que cayó por unos 50.000€ –minucias de monedas con los estándares actuales– de financiación ilegal del PP durante la construcción del Túnel de Sóller. Por cosas de la vida –la juventud y las malas compañías :-)– compartí comidas y cafés con Cañellas. Si no te lo decían ni te imaginabas que ese hombre era el más fuerte de Balears, en todos los sentidos, como se vestía, como hablaba…
Quince años después las cosas cambiaron radicalmente. Ahora me doy cuenta que Munar fue una avanzada a su época, ya estaba marcando el estilo que se llevaría. Poco más de un año después de la anécdota del descapotable un funcionario de Hacienda, con tres años en el PP pero hijo político de Cañellas y vistiendo siempre trajes a medida, después de un par de carambolas en el PP acabó como president de Balears.
A partir de allí la reservada Mallorca empezó a cambiar radicalmente, los políticos empezaron a marcar el estilo que se llevaría: ostentoso, de trajes caros, de comidas en un restaurante caro del paseo Marítimo que aceptaba con gusto Visas corporativas –de la administración–, de sacarse fotos con amigos con barcos enormes, los 4×4 caros, los Audis largos y tintados con la chapa «SP» y chóferes trajeados, de especulación inmobiliaria y comisiones hasta con los juegos para niños de los parques, de servidores Sun de 200 millones de pesetas, Javastations carísimas que nunca funcionaron. Hasta lo inimaginable, pero era sólo el comienzo.
Hubo un breve paréntesis de cuatro años.
Volvimos a tener a un pobler campechano que te lo podías encontrar cenando sólo en Cal Dimoni (donde voy frecuentemente a comer arroç brut, que está de muerte) mientras veía la TV, sin siquiera guardaespaldas. Pero parece que Antich había elegido los peores socios, consellers y directores, porque fue una época tumultuosa, hasta los millonarios hacían huelgas y manifestaciones. Era tal el desmadre que ni siquiera fueron capaces de ganar el juicio por el «robo» de correos electrónicos (el primer caso Bitel).
Perdieron y ganó las elecciones el trajeado y sonrisa profident Matas, después de pasar por el Ministerio de Medio Ambiente de Aznar. Esos sí fueron los «años locos» para muchos políticos y cargos, ostentación, despilfarro y juergas nocturnas varias. Esta historia es la que está saliendo en toda la prensa en el último año, pero que cualquier mallorquín ya lo decía desde hace tiempo, y podían pasarse horas contando anécdotas que habían presenciado.
De hecho fui testigo directo de una. No puedo desvelar –si cuento lo mínimo se conocerían los nombres y no tengo pruebas que me salven de una demanda– pero en esos años locos en una llamada telefónica de un «jefazo» –todavía lo es– de la administración local. Me dice «Ricardo, envíanos dos facturas de 12.000 €». Pregunto para qué. Me dicen «para pagarte la colaboración que nos has prestado». Insisto, «¿para hacer qué?». «Nada, nada, pon por unos informes de software libre o Internet, luego si hace falta te pedimos que nos envíes cualquier cosa». Me negué. Fue la última vez que hablé con esta persona y de su departamento, me alejé definitivamente de mis «relaciones políticas».
Bien que hice. Si hubiese caído en la tentación de aceptar ese dinero –que falta me hacía con hipoteca y dos niñas pequeñas– hubiese sido un engranaje más, condenado al silencio, quizás hoy imputado.
(Estoy mintiendo, fue testigo escandalizado de dos. La otra es algo anterior, más grave y kafkiana, pero el funcionario involucrado ya está imputado por otros delitos graves -cuando lo leí en la portade del periódico hace pocos días, festejé con un «¡ya era hora, coño!» en un bar de la universidad-)
Porque está acabando con varios consellers y directores del gobierno de Matas imputados por delitos gravísimos. La chica llamativa del coche rojo llegó a presidir el Parlament Balear, hoy con libertad bajo fianza. Varios consellers y dos presidentes de su partido también imputados y con libertad después de pagar –sin problemas– millonarias fianzas.
Al final acabamos batiendo el record del mundo desarrollado, el president de la Comunidad imputado también por doce delitos graves y con una fianza pendiente de 3 millones de euros –que a estas horas parece que ya la ha conseguido–.
En Mallorca se nota a la gente como en un estado de catarsis, todo el mundo habla abiertamente del tema –algo impensable pocos años atrás–, estamos como si nos estuviésemos quitando toneladas de kilos de una pesada mochila. Supongo que el tan marktwainiano auto del juez –que ya le buscarán la forma de quitarlo de la causa– ayuda mucho a esta especie de alegría y de volver a creer en las instituciones.
Matizo. Volver a creer en justicia, y la policía… Porque aquí los verdaderos salvadores son un juez y un fiscal cabezota –no veáis cómo les tratan los afines del PP– y la brigada antocorrupción.Qué triste.
Qué bajo tiene que caer una sociedad para que la justicia sea la que le libera de sus líderes democráticamente elegidos.
Pero no se me quita de la cabeza, ¿cómo pasamos de la humildad exagerada a la ostentación pornográfica? ¿cómo ganaron los que ganaron? ¿cómo pudieron construir todo un Palma Arena de más de 200 millones de euros con patronatos fantasmas e ilegales sin que ninguno de los múltiples funcionarios que seguramente sabían denunciase o pasase información a la prensa? ¿qué hizo el «cuarto poder» en todos estos años? ¿cómo pudo pasar desapercibido semejante monstruo durante tanto tiempo?
Creo que caímos todos seducidos por el estilo, y no puedo dejar de pensar en esa morena, política ejemplar, con un descapotable rojo.
PS: Este es mi apunte de eso que llaman Semana Santa, en unas horas nos vamos en familia a un spa, a festejar, ahora que hay algo de qué alegrarse. Sé que no durará, así que lo aprovecharemos, quizás vuelva a leer el fantástico auto de 147 páginas 🙂