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No es el problema que alguien escriba unos «chistes» negros sin nada de gracia sobre el peor genocidio de la historia de la humanidad.

No es el problema que los mismos que hablan de empatía y pensar en el pueblo se tomen tan superficialmente a un tema que duele a muchos millones de personas. De hecho, a un pueblo entero, de 14 millones de personas.

Tampoco es el problema que un adulto bien crecidito publique urbi et orbi que hay que quemar bancos o matar y torturar a ministros. O que su su pensamiento político en su blog incluya lo de la lucha armada. Ni que cuando es nombrado concejal de transparencia elimine el blog con su historial de reflexión política. La incoherencia y cobardía no me sorprendieron nada, ni entiendo a los que ahora se sorprenden ¿en qué mundo viven?

Tampoco es problema que personas así lleguen a listas y salgan electos, ya lo sabíamos, en nuestro país se pone en las listas a los que la dicen más gorda… contra los adversarios (muchos del PP son un ejemplo de esto, concejales de Ahora Madrid también).

Bueno, quizás es un problema, pero creo que la libertad de expresión debe primar sobre la estupidez de unos pocos. Entre otras cosas porque si no hay libertad de expresión yo no podría estar hablando ahora de políticos que llegan a cargos ejerciendo de idiotas.

Los chistes negros no deben tener límites, pero tampoco las críticas a las gilipolleces sin gracia. Si se pide libertad para decir burradas porque están amparadas en el humor, lo mismo vale para las críticas. A encajar y/o responder. Punto. Nada de lloriqueos victimistas, que deberíamos ser adultos consecuentes.

Aunque también debo matizar que a mi no se me ocurriría hacer «chistes» de ese tipo ni en privado. Es uno de las mayores desastres que hemos hecho como sociedad, y no fue solo cosa de un loco. Esos «chistes» no tenían ni el menor atisbo de crítica al negacionismo o el antisemitismo que hay en España. Ni gracia ni crítica sobre una catástrofe muy dolorosa. La única justificación es la idiotez humana. Ni humor ni las pelotas.

Pero tampoco creo que Zapata deba dimitir por los «chistes», hasta el más listo tiene momentos idiotas. Tampoco porque exija que se contextualice correctamente al tiempo que borra la cuenta. Ya sabemos, también, que en política lo que menos cuenta es la lógica o la razón. No, Zapata no hizo nada diferente que no hayamos visto en otros políticos.

Lo que sí me parece el fondo de la cuestión es que los mismos que hasta hace dos días se pasaban revisando las palabras a los de otros partidos y que exigían dimisiones escandalizados, ahora hayan salido rabiosos para defender todo lo contrario. Y sin rubor.

No solo era la actitud e hipocresía. Una que dice que el genocidio judío fue una cosa de otro país. Otros justificando con el vídeo de una actuación de una conocida humorista profesional judía donde hace bromas con el holocausto y los judíos. Es en vano intentar explicarles que se trata de una crítica sarcástica al antisemitismo y el negacionismo. Tampoco tiene sentido intentar que entiendan los matices y diferencias del self deprecating humour, aunque hasta un negrito sudaca como yo sea capaz de entenderlo.

Lo que acabo de contar no se limitó a los star fanboys de siempre (aunque cada día están más tontos) que se dedican fundamentalmente a dar caña fuera de contexto a los demás pero montan unos dramones si les dan a los de su cuerda. Fueron también periodistas profesionales y de medios que se apresuraron a publicar artículos en defensa del derecho -de ciertos políticos- a escribir estupideces. O algo así.

Pero también están los otros, los que son comprensivos con las burradas de los suyos que ahora se apresuraron a escribir sesudos análisis sobre los límites del [no] humor negro y la política.

No quiero que Zapata dimita, mi problema son todos los demás, los fanboys hipócritas. Los especialistas en montar rituales del odio y que ahora se quejan de que sea un ídem. Pero a esos es imposible hacerles dimitir. Ni metiéndoles en un 600.