Etiquetas
El viernes fui a Madrid llevando a mi hija Irene y a su amiga Carmen al concierto de One Direction. Como las dos son menores de edad tenían que entrar con un adulto, por lo que yo también debía asistir al concierto. Iba aterrorizado, sin embargo me he divertido. No precisamente porque me hayan gustado las canciones -el estadio de Vista Alegre no tiene muy buena acústica, y las chicas no pararon de cantar todo el tiempo, apenas se escuchaba al grupo-, sino por todo el ambiente. Debo reconocer que tanta adolescente chillona por las hormonas descontroladas me hacían reír mucho, y había una especie de solidaridad y buen rollo entre todos los padres y madres (había muchos) que estábamos allí.
Pero el tema que me sorprendió fue otro. Y me han dado una lección.
El día anterior mi hija me pidió para imprimir varias copias de una imagen que sólo decía «Gracias» que se estaban pasando por Twitter. La idea había sido de dos niñas para agradecer al grupo, porque ellos siempre agradecen a las fans, y por sus trabajos de cooperación y ayuda a países y ONGs como Red Nose Day. La idea era que todas tenían que levantar los carteles cuando tocasen la canción «Moments».
Y cuando empezaron a tocar esa canción, las gradas casi se volvieron blancas por los carteles.
Es muy fácil criticar a las adolescentes, sobre todo cuando son fans de «grupos de diseño» o sus actitudes tan groupies mainstream, pero nos olvidamos que todos pasamos por esa edad, el tribalismo y las ganas de ser parte de un grupo. Pero pude ver en vivo y en directo como lo que comenzó como una idea de dos niñas se convirtió en algo seguido por miles. Ni el grupo se enteró de lo que iba a pasar, se emocionaron cuando lo vieron. Vi por las pantallas que al menos uno del grupo estaba llorando casi a moco tendido (insistieron mucho, en directo y por Twitter, que era lo mejor que les había pasado), luego pidieron unos pocos de esos carteles y siguieron cantando mientras lo mostraban. Miré a mi alrededor, y todas las niñas lloraban en ese momento. Fue emocionante.
Miles de niñas anónimas se organizan entre ellas para agradecer desinteresadamente a sus ídolos, no les importó ni estaban interesadas en que saliese en los medios (ni antes ni después), lograron emocionar a sus ídolos, y todas muy emocionadas cuando se dieron cuenta de lo que hicieron entre ellas solas, sin mediadores, animadores, motivadores, o líderes.
Quiero decir, ya me hubiese gustado haber tenido la misma experiencia cuando tenía 15 años. Nos reímos y burlamos, pero quizás los jóvenes que nos siguen sean mejores que nosotros cuando se trata de hacer cosas juntas de forma desinteresada, sólo para agradecer a los que admiran. Mientras tanto, seguiremos dándoles lecciones desde nuestra superioridad moral porque vamos disfrazados de súper héroe el Día del Orgullo Friki y nos emocionamos con la Marcha Imperial de una película… muy mainstream.
Sí, estamos bien como para darles lecciones.
Pingback: Una lección de las directioners
Yo creo que lo has clavado, nuestra superioridad moral parace infinita pero luego llega el día del orgullo del friki y la bofetada de realidad es épica.
me encantó y me alegro q te halla emocionado tanto
Pingback: Una lección de las directioners
Un papá que admira a sus hijos… Qué más pedir !
Yo te saco mi particular cartel blanco con la palabra GRACIAS. Muchas gracias Ricardo a ti y a tu familia por tratar tan bien a mi hija Carmen. Bonito artículo…
Ricardo… tranquilo, lo que te pasa se llama «síndrome de Estocolmo»… se te pasará en unos días. 😛
Me parece muy bien, ahora sólo faltan que se hagan más cosas colaborativas pero para cosas realmente importantes, por qué esta claro que las redes sociales sólo funcionan para cosas intrascendentes, cuando son importantes desaparecen. Esta claro que a los chavales de 15 años no se les puede pedir que tengan la misma empatía con los problemas de los adultos, y lo que pasó en ese concierto es un ejemplo de como Twitter puede mover a mucha gente con un fin, pero vuelvo a repetir, sólo para cosas triviales.
Un saludo sin acritud. xD
A ver si es verdad y esas jóvenes generaciones son así en el futuro. Falta nos hará con la que les/nos espera
Guizans, a mí me parece que la frase «cosas realmente importantes», no tiene un significado absoluto y que lo que es realmente importante para un@s en un momento dado, no lo es para otr@s en ese mismo momento. Yo me quedo con lo positivo que refleja Ricardo. Me sigue pareciendo emotivo lo que relata. Para mí es más criticable todos esos cientos y miles de adult@s que salen a festejar como locos los triunfos de los equipos de fútbol, y después no mueven un dedo por lo que debería ser «realmente importante» para ell@s y para el futuro de sus hij@s adolescentes.
Estoy de acuerdo contigo @Cris León, y ya se que lo importante es relativo, y me gusta que las nuevas generaciones aprendan a usar las nuevas tecnologías para movilizarse y poder conseguir cosas, más o menos fundamentales, al fin y al cabo son el futuro. Y si, no me parece lógico que por un partido de fútbol se sale a la calle pero en cambio cuando se sesga los derechos fundamentales no se haga nada. Por eso tengo esperanzas en un mundo mejor en que los jóvenes de ahora, que saben como organizarse gracias a la tecnología, intenten mejorar este mundo. Eso sería lo ideal.
Un saludo.