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Hoy leí  Becarios Indignados, Madres Españolas y Tupperwares y casi me indignó, es una representación extrema de estereotipos que están muy de moda en la blogocosa, sobre todo en algunos círculos de «emprendedores» e «inversores». Son generalizaciones muy burdas, por supuesto no están basadas en estudios científicos, y ni siquiera reflexionadas o contrastadas con otras anécdotas, de otros entornos. Porque se trata sólo de elevar una anécdota a categoría, y meter a toda una sociedad en esa categoría para recibir aplausos de los allegados. Son ejemplos de la visión equivocada, por simplista, de la sociedad. Una visión basada sólo en la percepción de tu grupo cercano, de la»cámara de eco».

Es verdad que España estamos en desventajas en muchas áreas, y entre ellas la de creación de empresas y la emprenduría en general. Pero el tema no es tan sencillo como reducir el problema a la forma en que se educa a los hijos. Es mucho más complicado y deriva de siglos de historia. Por eso mismo no se puede comparar la situación social en España o Europa con la Estados Unidos, como tampoco compararla con la China o Asiática en general.  Me explico.

Estados Unidos es un país muy joven, no arrastra cultura anterior, han prácticamente inventado la cultura del individualismo, que no son otra cosa que: aprovecha al máximo las oportunidades para tu beneficio personal (sí, también es un estereotipo, pero estaremos de acuerdo en que es más frecuente este visión en la cultura popular norteamricana). Asia y Europa son desde hace siglos muy diferentes, seguramente también influidos por la religión: las judeo-cristianas-árabes y las budistas asiáticas. Éstas tenían en común priorizar el grupo social sobre el individuo. Las religiones asiáticas y árabes derivaron en la priorización de la familia y el clan, en cambio en la judeo-cristiana Europa -sobre todo a partir de la revolución francesa- en el estado como representación de lo «colectivo».

Estas diferencias sociales históricas hacen que comparar  el comportamiento «profundo» de sociedades europeas y asiáticas  con las norteamericanas sea un ejercicio bastante estéril si no se las tienen en cuenta. El apunte además está escrito por un norteamericano, que por lo visto lleva empotrada -con mucho orgullo- la visión individualista norteamericana. Por supuesto habrá choques, está intentando explicar porqué tiene problemas en su camino en España, pero no se da cuenta que su navegador va con mapas norteamericanos, no con los europeos.

Aunque hay matices, la diferencia entre el individualismo norteamericano y el «colectivismo estatal» europeo (que repito, son más de 2 milenios de historia) es enorme, documentada y estudiada. Quizás la élite norteamericana (i.e. personas que han podido estudiar, por suerte o méritos individuales, en una universidad de prestigio) tenga prioridades como el éxito personal, en Europa quizás no sea esa la prioridad.

Quizás nuestras prioridades «medias» sean otras, vivir más relajados, estar con la familia, disfrutar los hijos, tener tiempo libre para el ocio, para leer, para estar con los amigos tomando una birra. O quizás para sentarse en un ordenador y programar lo que le venga en ganas sin horarios fijos ni preocuparse de que hay que pagar un hipoteca monstruosa en una casa en Palo Alto y pasarse subido al coche 3 horas cada día. Aquí surge el primer problema importante: ¿qué tiene de malo un sociedad más preocupada por el colectivo? ¿qué tiene de malo poder vivir con tiempo libre y disfrutar de la vida sin necesidad de convertirse en persona exitosa en los negocios? Muchos pensariáis que sería una vida ideal, pero para el autor del apunte, en eso reside nuestro problema. Partiendo de esta base, en el continente erróneo, cualquier análisis será equivocado.

Tiene una parte de razón, este modelo quizás no sea el adecuado para el mundo actual con gigantes (asiáticos -China, Corea, Singapur, Japón- y Rusia) que están cambiando radicalmente la economía mundial. Lo más probable es que necesitemos ajustar para no perder calidad de vida, para no joder (más) al medio ambiente, para no hundir aún más a países pobres hambrientos, etc. Pero en este caso significa reconocer el problema para poder encontrar las soluciones adecuadas. Echar la culpa a la educación de los padres no puede llevar a nada bueno, porque las «culpas» en todo caso son muy diversas.

Además de las cuestiones históricas hay que tener en cuenta que a principios de la década de los 80, el sistema educativo español estaba en la ruina total, especialmente las universidades (o quizás porque las conozco un poco más). A diferencia de países de la órbita la la URSS que han sabido mantener muy buenas universidades, aún en los países más pequeños o alejados (Polonia y Checoslovaquia, por ejemplo), en España no había casi nada. La tasa de analfabetismo era elevadísima, más que la mayoría de países sudamericanos. Hoy todavía sufrimos esos efectos.

Se menciona una y otra vez que ninguna universidad española figura entre las 200 mejores según algún (dudoso) ranking. De tanto repetir esa copla, de nada vale explicar los matices, de dónde venimos, cuánto se creció, qué problemas generó el crecimiento rápido, que la calidad de la formación profesional no es igual a la «calidad» medida por esos rankings (miden sobre todo producción científica, y creo que salarios y salida laboral), que el entorno español de los titulados no tiene nada que ver con Finlandia o Noruega. No, la gente se queda con la frase más sencilla, sobre todo si como es el caso, viene avalado por un estudio y que responsabiliza de todas las culpas a los «otros». De tanto repetir esto, se pueden leer frases que me dan ganas de llorar de angustia y frustración:

me alegro de no haber estudiado en la universidad

Eso es la primera consecuencia peligrosa. De tanto repetir la generalización, estamos influyendo a la gente para que no haga lo que en realidad sí debería hacer. Formarse y aprender en ningún caso es malo, y aunque fuesen ciertos cada uno (seguramente son ciertos muchos) de los problemas de la universidad que resaltan de esos estudios, sin gente nueva no podrán solucionarse. Para rematar, los que ya están se desilusionan y no harán el sobreesfuerzo que se requiere para que las cosas mejoren dramáticamente.

El estudio universitario tiene que ver con otros de los problemas que sufrimos en las últimas décadas. Un ejemplo, el abandono escolar y la caída de estudiantes universitarios porque se «gana mucho más pasta en la construcción» (aquí en Baleares se suma la hostelería y turismo). Lo peor es que en muchos casos era cierto. Como conozco mi nómina, sé que un albañil en la época del boom de la construcción tenía una nómina bastante superior que la mía (eso sí, con muchas horas extras de trabajo a destajo). Mientras duró el boom inmobiliario (que si la memoria no me falla llegó a ser el 20% del PIB) estos problemas de falta de formación quedaron bajo la alfombra, hasta que se sacudió la alfombra, y nos pringó a todos.

¿Qué tipo de mensaje deberíamos transmitir? ¿Que la universidad es una mierda? ¿o que hay muchísimas oportunidades para mejorarla? Si estamos realmente preocupados deberíamos reflexionar un poco antes de lanzarnos al ruedo de la crítica fácil. Puede ser contraproducente. Y eso lo saben muy bien los alumnos (y profesores) de MBAs: un titulado de MBA jamás hablará mal de sus estudios, porque le han metido en la cabeza que el marketing es importante, y que el prestigio de su titulación (real o ficticio) influirá en su carrera laboral (por eso también considero bastante artificial y «fabricados» los rankings y prestigios de los MBA, siempre son fantásticas las escuelas de negocio).

Hay seguramente muchos más aspectos sociales que influyen, pero detengámonos en otro, el de nuestros representantes políticos.

Analizad a vuestros representantes políticos, ¿qué estudios tienen? ¿qué experiencia laboral tienen además de sus cargos en el partido o el organismo que sea? ¿cuántas empresas han creado? ¿cuántas veces han tenido que lidiar con jefes, empleados, sindicatos, o incluso alumnos? No os quedéis allí, mirad a sus asesores habituales del mundo de la empresa ¿cuántos de ellos han creado una empresa que no tengan fuertes dependencias de la administración, o con empresas de la administración?

Con esta perspectiva ¿cómo pretendemos que legislen y hagan políticas que favorezcan al emprendimiento o las empresas innovadoras? No lo saben, no tienen experiencia, su «mapa» no pasa de los límites de su entorno, lo que han visto toda la vida, para ellos innovación no va mucho más allá de Telefónica, nuevos canales TDT, o subvencionar al cine o la música (aunque nadie los veo o escuche ni pirateados), o algún museo de arte moderno. Aunque tengan la mejor voluntad, que no lo dudo, están en una realidad diferente a la del «emprendedor».

Estos últimos días presencié dos casos de estos.

El primero lo comentó Miquel Payeras en twitter, la propuesta de «ley de apoyo a emprendores en Balears» (en catalán). Está lleno de buenas intenciones, pero nada concreto sobre el que se pueda discutir y proponer. Si ese es el texto quasi-definitivo, está claro que tienen ganas y buena voluntad, pero no saben ni tienen la habilidad para hacerla.

El otro es la reducción del IVA durante unos meses para la compra de nueva vivienda. Desde hace más de un año se habla del cambio del modelo productivo, es decir, dejar de basar gran parte de nuestra economía en la construcción. ¿Qué hacen ahora? Bajarle los impuestos para reactivar la venta de productos de la construcción. Lo hicieron sin pestañear y sin demasiado debate, seguramente se subieron las mangas y dijeron «de aquí tenemos que salir con algo». No se les pasa por la cabeza que si quieren cambiar de modelo hay que hacer un esfuerzo, y que el modelo que se quiere dejar atrás tendrá que sufrir como el que más. Pero lo volvieron a hacer, muy diligentemente.

En cambio a otras propuestas razonables para fomentar la creación de empresas y negocios tecnológicos (como el IVA super reducido para algunos sectores) responden «no podemos porque las directivas europeas no lo permiten». Como si Europa fuese un ente supra humano, que no depende de ellos y al que debemos obedecer ciégamente hasta en cosas tan básicas como el IVA. Pero para reducir el IVA a la construcción no han tenido ninguna pega. ¿Por qué?

Creo que están acostumbrados y entrenados a responder con «problemas legales», les es muy complicado poner en marcha una solución que entre en conflicto con leyes nacionales o europeas, salvo si afecta a un macrosector empresarial (o a sociedades como la SGAE), aunque sea ese mismo al que dicen hay que superar. Sí, quizás generalizo, pero hay ejemplos sangrantes muy recientes, como el «imposible» IVA super reducido para ebooks vs el «ilegal» canon digital aplicado a empresas.

Estos son algunos, muy pocos, de los problemas que tenemos, seguramente hay muchos más, y más complejos. Por eso me parece hilarante esa especie de moda de sobresimplificar los problemas de «emprendimiento» a uno o dos temas sobre el que se tiene cercanía o manías derivadas de anécdotas personales. Pero es que me parece que sobrepasa lo absurdo acabar responsabilizando a las madres, aunque sea medio en broma.

Con emprendedores y MBAs así, normal que la gente prefiera ser funcionario, a ver si ese es el verdadero y único problema de España </sarcasmo>