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Cuando se inició el proceso de Bologna yo era muy optimista –y así lo expresé muchas veces en mi blog, sobre todo discutiendo con alumnos que estaban radicalmente en contra– ya que pensaba serviría de catalizador para la revisión y mejora de los planes actuales que en general son un batiburrilo bastante difuso de ciencias de la computación, sistemas e ingeniría del software (algunas veces con mayor influencia de tecnologías de la información).

Pero con el tiempo –los programas básicos se están acabando–, y la experiencia personal propia veo que en muchos casos no es así y se están haciendo verdaderos «atentados académicos».

Resulta que todo este proceso ya estaba descripto con bastante certeza por un documento de la ACM del 2005. Aunque en este caso no se trata de definir una carrera totalmente nueva que exija facultades o escuelas independientes, muchos de los vicios están igualmente presentes.

Vale la pena echarle una lectura cuidadosa y «apasionada» a la sección Academic Integrity and Market Forces (en la página 44, 50 del documento PDF) del Computing Curricula 2005: The Overview Report.

Las fuerzas del mercado impactan en los programas académicos de diferentes formas […] Por ejemplo, en los últimos años se han hecho populares varias formas de certificación. El término certificación se aplica a un amplio espectro de ofertas que varían significativamente. Algunas certificaciones son específicas de algunos proveedores (Microsoft, Cisco, etc.). Otras certificaciones están disponibles a través de organizaciones profesionales (IEEE-CS, BCS [1]), y otras organizaciones (ICCP). En algunas de sus formas las certificaciones compiten con los programas académicas. Está claro que la certificación es una tendencia importante. Como con cualquier cosa, algunas certificaciones son respetadas, otras son controvertidas. Cuando instituciones que otorgan títulos oficiales se asocian con programas de proveedores, la integridad académica se convierte en un tema importante a tener en cuenta. El lector debería ser consciente que tales asociaciones son una invitación a la controversia acerca de la ética e integridad académica [2]. […]

El hecho que aprezcan nuevas titulaciones para solucionar necesidades sociales muestra que el dinamismo de nuestra sociedad no se diluye en la academia. Las nuevas disciplinas informáticas dan la «prueba por ejemplo» que la academia puede y evolucionará y dará respuestas a las necesidades sociales. Lastimosamente la misma emergencia de nuevos programas de grado también son fuente de ejemplos de lo que se puede hacer mal cuando las iniciativas académicas están dirigidas por intereses políticos, imperativos de la administración y la propaganda exagerada de los medios más que por el reconocimiento que hace falta innovaciones sustantivas para dar respuestas a las preocupaciones sociales.

Afortunadamente es fácil distinguir entre esos dos fenómenos. Cuando analizamos la emergencia de nuevos títulos de grados vemos ejemplo de programas de alta y baja calidad.

  • Cuando observamos a programas de calidad vemos programas que fueron dirigidos y desarrollados desde dentro. Las facultades y administradores locales contribuyen porque han mirado más allá de las fronteras de las áreas convencionales de las áreas asignaturas-temas, han reconocido que sus estudiantes y comunidad necesitan algo diferente, y han innovado para resolver lo que ellos ven como un problema legítimo y sustantivo. La facultad de esos programas tienden a indenficarse como la facultad de una nueva disciplina, a pesar del hecho que su origen reside invariablemente en una disciplina diferente. Los miembros de la facultad valoran a sus estudiantes, reconoce como legítimas las necesidades de los estudiantes y la comunidad, y hacen un gran esfuerzo para mantener a sus alumnos en los altos estándares apropiado para  la disciplina.
  • Cuando observamos a los programas de baja calidad vemos programas dirigidos desde afuera. Un escenario involucra un proceso desde arriba hacia abajo donde alguien con poder decreta que deben ser creados, tal vez en un tiempo arbitrario. La facultad y los administradores contribuyen porque se les ha dicho que lo hagan. No ven un valor positivo intrínseco en la iniciativa, no cren que resuelva necesidades legítimas de los estudiantes o la comunidad. Así, sólo innovan para proveer una apariencia superficial de innovación, a menudo creando nuevos programas que no son nada más que una colección de cursos existentes en otros departamentos. Los miembros de facultades en estos programas tienden a identificarse como miembros de la anterior, la disciplina más establecida de donde vinieron.

La lección importante aquí es que los buenos programas no emergen sólo sobre la base de directivas desde arriba. Mientras que este tipo de directivas pueden ser un catalizador necesario, los buenos programas requieren cuidados y ayudas de la facultad que puede y ve oportunidades de realizar un trabajo potencialmente importante y de legitimidad inherente. Mientras que las presiones administrativas pueden hacer que la creación de programas que cubran las demandas sean una opción atractiva, la integridad académica requiere más que sólo respuestas superficiales a las fuerzas del mercado. Es crítico que la creación de nuevos programas de informática sean tratado como un esfuerzo de desarrollo sustantivo, llevado a cabo por personas preocupadas y apoyadas con los recursos suficientes para permitir el desarrolo de programas sustanciales y coherentes.

[1] Aunque algunos –por ignorancia, engañados o por intereses corporativistas– confunden una y otra vez la acreditación BCS (especialmente la Chartered IT Professional) con «regulación» aunque se les haya aclarado el tema (varias veces): La BSC es una asociacion no gubernamental sin fines de lucro (charity) como ATI, ACM o IEEE, que tiene programas de examinaciones y acreditaciones.

[2] El dilema ético es aún mayor cuando se trata de universidades públicas. Como ha pasado con las certificaciones de Cisco en mi universidad, muy pocos profesores de los que he hablado siquiera se habían planteado el tema ético-académico, tampoco es que salían muy convencidos cuando les planteaba el tema. Lo sospecho por las caras de pasmados de «¿qué dice ahora este coñazo de tío?» 🙂

Disclaimer y mea-culpa: Desde el principio me mantuve al márgen de toda discusión formal y pertenencia a comisiones. No sólo que no soporto las comisiones, comités y largas reuniones improductivas, desde mi [erróneo] punto de vista pensaba que el sentido común se impondría finalmente sin necesidad de largas y duras discusiones –que suelen acabar con descalificaciones personales–. Además pensaba que en algunas asignaturas nucleares maduras –como las de sistemas operativos– era tan simple como respetar y adaptar el curriculum específico de la ACM que es el ya está incorporado en mis programas de la UIB (OS/1 a OS/8 para dos cuatrimestrales), que no es un gran esfuerzo porque éstas ya están incluidas en cualquier libro de texto razonablemente bueno. Ahora contra reloj estoy acabando de elaborar el documento de propuestas para modificar los descriptores de unas pocas asignaturas. Era también mi responsabilidad hacer que la presión «desde abajo» –profesores y alumnos– contrarreste a la «desde arriba» –administración española y europea, fuerzas del mercado–, como así también dedicarle tiempo y cuidados al parto del nuevo programa.